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Dental Tribune Latin American Edition

DENTAL TRIBUNE Hispanic & Latin America38 Cultura Escondida cual nido de cóndor entre las nieblas de las alturas se encuen- tra la majestuosa ciudad sagrada de Machu Picchu, que encierra miste- rios de una de las civilizaciones más enigmáticas de todos lo tiempos. El lugar no es sólo imponente, sino sobrecogedor. Como afirmaba el ar- queólogo peruano Carlos Brignarde- llo: «Lo único que se puede hacer es contemplarlo con el místico silencio del sacerdote que presencia un mi- lagro». De hecho, en un principio los senti- dos no alcanzan a captar qué es lo que imprime al lugar esa asombrosa sen- sación mágica, pero una mirada más detenida advierte un cambio radical en la perspectiva, que es totalmente diferente a la que estamos acostum- brados. Las edificaciones han sido hechas sobre planos verticales y las escarpadas laderas del lugar donde están enclavadas acentúan aún más esa percepción abismal. Esta verticalidad, en contraposición a la horizontalidad de la arquitectura europea, engaña a la vista y contra- dice la lógica que, hasta la aparición de los rascacielos, no estaba acos- tumbrada a pensar en las alturas como lugar donde establecer mora- das, mucho menos ciudades. Pero, sobre todo, tanto Machu Pic- chu como Cusco, son un canto a la piedra. En nin- gún lugar la roca fue tratada con tanta delicadeza y refinamiento como aquí; en ningún lugar se eleva así a la ca- tegoría de objeto de arte. Talladas cada una como si de diamantes se tratase, sus desiguales ángulos se retuercen y encajan unos con otros para formar templos, pirámides, obeliscos o viviendas. Ahora bien, ¿por qué construir muros cuyos ladrillos (rocas talladas en este caso) constan de seis, siete y hasta doce ángulos? ¿Para qué tener que encajar entre ellas esas formas irre- gulares y caprichosas que permane- cen igual hoy que hace 600 años, y que han perdurado a los embates de terremotos e invasiones? Esta inaudita forma de arquitectu- ra es un himno a lo imperecedero, a lo inmutable. La leyenda atri- buye a los Incas el conocimiento científico de una sustancia a base de plantas que cortaba la piedra como si fuera pa- pel y de otra que las adhería como si fuera cemento, pero los arqueólogos indican que el granito se cortó con instrumentos de bronce de las canteras y que las rocas se labraron mediante abrasión con arena. La roca tallada, por su consistencia y perdurabilidad, sugiere la inmorta- lidad. En Machu Picchu, el visitante siente una sensación de asombro que aturde los sentidos, provocada por el lugar privilegiado donde está encla- vada la ciudad, rodeado de cumbres y nubes, acentuado por la asombrosa arquictectura y por la altura. Según la leyenda, los primeros Incas, Manco Capa y Mama Ocllo, salieron un día de las profundidades del lago Titicaca para fundar su imperio. Como la mayoría de las civilizacio- nes, los Incas adoraban al sol, que rige las cosechas, calienta el frío de los Andes y que en lengua quechua es Inti. Cusco, como centro espiri- tual, político y militar del imperio Inca o Tahuantisuyo —que abarcaba Perú, Ecuador, Bolivia, el norte de Chile y parte de Argentina—, ejercía tal influencia en la vida cotidiana que un hombre, por el solo hecho de ha- ber vistado esta ciudad, era superior a otro que no conociera la ciudad sa- grada y por ello sele debía respeto. Cuando los españoles conquistaron Cusco, el impero Inca (1040-1534) se hallaba fraccionado por la lucha fratricida por el poder entre Huáscar y Atahualpa. Francisco Pizarro tomó la ciudad sagrada en 1533 y Manco Inca, los sacerdotes y un grupo de no- bles se retiraron al valle de Urubam- ba para refugiarse del acoso español. Se especula que en Machu Picchu se establecieron los últimos herederos de los Hijos del Sol durante 36 años, cuando el último Inca, Tupac Amaru, lanzó una rebelión contra los espa- ñoles que culminó con su descuar- tizamiento en la Plaza de Armas de Cusco. Macho Picchu, llamada también la Ciudad de las Escaleras, está situa- da a 2.490 metros sobre el nivel del mar y según algunos historiadores, albergaba a de 300 a 1.000 habitantes pertenecientes a la élite incaica. En la ciudad, fortificada por varias mu- La montaña mágica E l viaje desde Cusco, la capital del imperio de losIncas,desciendedesdelasalturasdelasie- rra, rodeada por picos nevados, serpenteando por profundos cañones y atraviesa el fértil Valle Sa- grado de Urubamba, que se va estrechando progre- sivamente hasta llegar a la cálida voluptuosidad de la selva. Desde ese desfiladero remoto a ras del río se asciende laboriosamente por un camino de tierra hasta llegar a las verdes cumbres que dominan todo el entorno, las cuales aparecen y desaparecen conti- nuamente como un espejismo según la fuerza de los vientos y el movimiento de las nubes. A un siglo del descubrimiento de la ciudad perdida de los Incas Por Javier de Pisón «La roca tallada, por su consistencia y perdurabilidad, sugiere la inmortalidad». Vista de las estructuras de Machu Picchu, en parte escondidas por la bruma.