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Dental Tribune Hispanic and Latin American Edition

DENTAL TRIBUNE Hispanic & Latin America Narrativa 47 tado en un contacto demasiado es- trecho con ella, mucho más cerca- no de lo que podía aguantar la vela, que no sabía distinguir lo limpio de lo sucio pero en su interior seguía siendo inocente y pura. Vieron entonces sus falsos amigos que no podían llegar hasta su inte- rior, y furiosos tiraron la vela como un trasto inútil. Y la negra cáscara externa no deja- ba entrar a los buenos, que tenían miedo de ensuciarse con el negro color, temían llenarse de manchas también ellos de modo que no se acercaban. La vela de sebo estaba ahora sola y abandonada, no sabía qué hacer. Se veía rechazada por los buenos y descubría también que no era más que un objeto destinado a hacer el mal, se sintió inmensamente des- dichada porque no había dedicado su vida a nada provechoso, que in- cluso, tal vez, había manchado de negro lo mejor que había en torno suyo, y no conseguía entender por qué ni para qué había sido creada, por qué tenía que vivir en la tierra, quizá destruyéndose a sí misma y a otros. Más y más, cada vez más profunda- mente reflexionó, pero cuanto más pensaba, tanto mayor era su desáni- mo, pues a fin de cuentas no conse- guía encontrar nada bueno, ningún sentido auténtico en su existencia, ni lograba distinguir la misión que se le había encomendado al nacer. Era como si su negra cubierta hu- biera velado también sus ojos. Mas apareció entonces una llamita: un mechero; este conocía a la vela de sebo mejor que ella misma; por- que el mechero veía con toda clari- dad -a través incluso de la cáscara externa- y en el interior vio que era buena; por eso se aproximó a ella, y luminosas esperanzas se desper- taron en la vela; se encendió y su corazón se derritió. La llama relució como una alegre antorcha de esponsales, todo estaba iluminado y claro a su alrededor, e iluminó al camino para quienes la llevaban, sus verdaderos amigos que felices buscaban ahora la ver- dad ayudados por el resplandor de la vela. Pero también el cuerpo tenía fuerza suficiente para alimentar y dar vida al llameante fuego. Gota a gota, se- millas de una nueva vida caían por todas partes, descendiendo en go- tas por el tronco cubierto con sus miembros: suciedad del pasado. No eran solamente producto físico, también espiritual de los esponsa- les. Y la vela de sebo encontró su lugar en la vida, y supo que era una au- téntica vela que lució largo tiempo para alegría de ella misma y de las demás criaturas.